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4 ago 2013

Distopías: historias de un futuro desamparado

Las distopías. Gracias a Los juegos del hambre, nuevo fenómeno literario que intenta hacerse un lugar entre los gustos de los adolescetes, las distopías se volvieron el hit del momento, aun cuando ya existían desde hace mucho con libros como Battle Royale, Farenheit 451, 1984, Un mundo feliz, El cuento de la criada, etcétera. ¿Qué las volvió a a catapultar hacia la atención mundial? Las hemos visto desfilar a montones: Los juegos del hambre, Divergente, Delirium, Juntos, Los feos… Las hay de todos los colores y sabores, para todos los gustos, aunque lo cierto es que todas comparten el ingrediente principal: ese fututo al que no queremos llegar.

¿Será que las distopías nos causan morbo? ¿Queremos leer sobre como nuestra propia raza, la humana, hace del planeta un lugar en el que ninguno de nosotros desearía vivir? Lo único que tenemos claro es que un mundo como el que nos presentan los autores de las distopías, como Collins, Roth, Atwood o Bradbury, es un lugar en el que nadie desearía vivir. Es ver como una pesadilla pasar frente a nuestros ojos, rogando nunca llegar a eso.

Mundos desgastados por guerras, desastres naturales, futuros sin esperanza… todos esos ingredientes se unen para dar a luz a las distopías que hoy conocemos. Lo cierto es que nos deleitamos leyendo sobre bomberos que queman libros en vez de apagar incendios, de adolescentes forzados a matarse entre sí, de mundos donde el amor es una enfermadad… ¿Nos escandalizamos un poco al imaginarnos que nuestro futuro también puede ser así o leemos simplemente para asegurarnos de que, por más negro que se vea el futuro, siempre se verá gris al lado de lo que esos autores imaginaron?

¿O simplemente leemos sobre distopías porque a la larga un mundo devastado ofrece tramas más interesantes que una utopía donde todo sea perfecto? A la larga un mundo perfecto no ofrece ninguna trama, no ofrece ningún problema que solucionar, no ofrece nada interesante a nuestros ojos, ávidos de encontrarse con el misterio, la acción, los problemas impresos en el papel.

Lo cierto es que las distopías gustan y los escritores complacen a su público, al que le encanta leer sobre desagracias… o sobre cómo acaban las desgracias.

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