9 may 2014

Reseña: «El retrato de Dorian Gray», de Oscar Wilde

Título: El retrato de Dorian Gray
Autor: Oscar Wilde.
Año de publicación: 1890.
Sinopsis: Basil Hallward es un artista que queda enormemente impresionado por la belleza estética de un joven llamado Dorian Gray y comienza a encapricharse con él, creyendo que esta belleza es la responsable de la nueva forma de su arte. Basil pinta un retrato del joven. Charlando en el jardín de Basil, Dorian conoce a Lord Henry Wotton, un amigo de Basil, y empieza a cautivarse por la visión del mundo de Lord Henry. Exponiendo un nuevo tipo de hedonismo, Lord Henry indica que «lo único que vale la pena en la vida es la belleza, y la satisfacción de los sentidos». Al darse cuenta de que un día su belleza se desvanecerá, Dorian desea tener siempre la edad de cuando le pintó en el cuadro Basil. El deseo de Dorian se cumple, mientras él mantiene para siempre la misma apariencia del cuadro, la figura retratada envejece por él. Su búsqueda del placer lo lleva a una serie de actos de libertinaje y perversión; pero el retrato sirve como un recordatorio de los efectos de cada uno de los actos cometidos sobre su alma, con cada pecado la figura se va desfigurando y envejeciendo. (Tomado de epublibre.org).
«El retrato de Dorian Gray», obra escrita por Oscar Wilde y que fue utilizada en su contra en un juicio posterior (por la relación pseudohomoerótica que sucede entre dos personajes), cuenta la historia del joven aristócrata inglés Dorian Gray, de extraordinaria belleza y encantadora personalidad. Esta belleza tan cautivadora es, precisamente, la causa de que todos se rindan a sus pies. Como no pudo ser de otra forma, su belleza también va acompañada de una increíble inocencia; esta inocencia se rompe cuando conoce a Lord Henry, amigo de Basil (Basilio) Hallward, y éste le hace ver que su belleza no durará para siempre. Entonces Dorian pide a los cielos que un retrato reciente hecho de él por Basil sea quien envejezca y no él, sin saber que su petición sería escuchada.
Dentro de la historia, Wilde utiliza al personaje Lord Henry como un exponente de un hedonismo bastante cínico, que busca satisfacer las necesidades del hombre por los sentidos («sólo los sentidos curan al alma; y el alma a los sentidos»); además, este personaje crea, aunque parece no notarlo, una influencia tal en sus conocidos que los induce siempre a pensamientos y acciones que, regularmente, son moralmente incorrectos. Y es en Dorian donde tiene su mayor influencia, haciéndolo desear nunca envejecer y encausándolo en su filosofía de vida; y Gray, protegido por nunca envejecer, también realiza actos que afean el alma de su retrato. Una vez Basil le comenta que cómo puede ser él malo: «la maldad se expresa en el rostro»; pero es sólo que la maldad se ve en el rostro de un retrato que Dorian guarda con celo.
—¿Es cierto que ejerce tan mala influencia, lord Henry? —dijo al cabo [Dorian] de unos instantes—. ¿Tan mala como afirma Basil?
—La buena influencia no existe, señor Gray. Toda influencia es inmoral, inmoral desde el punto de vista científico.
—¿Por qué?
—Porque influir en una persona significa entregarle el alma. Ya no piensa con sus propios pensamientos, ni se consume en sus propias pasiones. Sus virtudes dejan de ser reales. Sus pecados, si es que existe tal cosa, son algo prestado. Se convierte en el eco de una música ajena, en el actor de un papel que se ha escrito para otro. El fin de la vida es el desarrollo personal. El perfecto desarrollo de la propia naturaleza: he ahí nuestra razón de ser. ...
Y es que, en una ocasión, Wilde comentó que en la primera novela de cada autor el personaje principal debe ser o Cristo o el Fausto, y es justo de lo que Wilde parece escribir con Gray: el cumplimiento de la plegaria de Dorian parece una cosa del demonio. Se convierte en el Fausto que acepta un pacto prácticamente sin saberlo. Hay un pasaje donde se menciona que Dorian acepta unos frutos de un extraño, en medio de la madrugada, y se los come; particularmente es aquí donde pienso que acepta el pacto (aunque Wilde no hace mención y ni alusión explícita a este hecho como eso).
—El placer es lo único sobre lo que merece la pena teorizar —contestó [lord Henry] con suave y musical voz—. Pero temo no poder reclamar la teoría como propia. Pertenece a la naturaleza, no a mí. El placer es la prueba de la naturaleza, su señal de aprobación. Cuando somos dichosos, siempre somos buenos, pero siendo buenos no siempre somos dichosos.
—¡Ah! Pero ¿qué entiendes tú por ser bueno? —exclamó Basil Hallward.
—Sí —se le unió Dorian (...).
—Ser bueno es estar en armonía con uno mismo —replicó él acariciando con sus pálidos y afilados dedos el delgado tallo de su copa—. La discordia consiste en forzarse a estar en armonía con los demás. La propia vida: eso es lo que importa.
Aunque es una obra con marcado carácter moralista (al igual que algunos de sus cuentos infantiles, tales como El príncipe feliz o El gigante egoísta), tampoco se pierde en el sinsentido de tratar de describir un estilo de vida como bueno o malo. Tan sólo describe la decadencia de Dorian Gray con una precisión casi científica, entre sus vaivenes. Y, aunque la narración y descripción de Wilde puede resultar exquisita y suave, en ocasiones las enumeraciones de ambientación pueden resultar cansinas (y a veces ni tanto de ambiente, el capítulo once adolece demasiado de esto). Un clásico que no ha muerto, sin duda.

Sobre el autor

Oscar Wilde, hijo de intelectuales de Dublín, nació el 16 de octubre de 1854. Conocido por un agudo ingenio en el Londres victoriano, escribió cuentos, poemas, obras de teatro y una única novela: El retrato de Dorian Gray. Precisamente, en ésta última incluye reflexiones sobre la decadencia, belleza e inmoralidad; además de utilizar la estética, enlazada con temas sociales, en sus obras de teatro.
Murió a la temprana edad de 46 años, después de un penoso juicio y encarcelamiento al ser acusado de sodomía (conducta homosexual). Después de salir de la cárcel, se dirige a País, donde finalmente muere el 30 de noviembre de 1900. (Con información de Wikipedia).

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